miércoles, 9 de junio de 2010

Conferencia sobre Goethe (II)


Segunda parte, de tres.

Escribe Bioy en su diario, el sábado 10 de septiembre de 1949:

“[Borges:] «En cuanto a la elección de Goethe –aunque en su país hay escritores mayores: Schopenhauer, Nietzsche, Heine- es acertadísima por razones que ya se verán. Goethe se ocupó se muchos temas; como filósofo defrauda un poco: cuando Schopenhauer trató de explicarle el idealismo, nada consiguió. Goethe confiesa que intentó la lectura de Kant pero que después de pocas páginas de la Crítica de la razón pura comprendió que el libro, aunque admirable, no lo mejoraba y dejó de leer. De Spinoza, “ese hombre excelente” que tanto influyó en él, sólo pudo leer, desordenadamente, algunas páginas; lo comprendió, trató de comprender el pensamiento de Spinoza, casi de ser Spinoza, y se conformó con eso. En botánica estudió las plantas fanerógamas; en cuanto a las criptógamas, tan parecidas entre sí y tan numerosas, él, como admirador de las formas claras, llegó a mirarlas con verdadera aversión. Creía que bastaba estudiar el proceso que ocurría en una planta, imaginarlo bien, imaginarlo casi como lo había imaginado Dios al crearla; así conocería uno todas las plantas. Quería estudiar la Naturaleza, pero los experimentos le repugnaban; eran como las preguntas intencionadas de un interrogatorio. Por eso desdeñaba a Newton y a sus discípulos. Había investigado la luz por medio de experimentos, de hendijas, de prismas, y ¡hasta en un cuarto oscuro! No era extraordinario que hubieran llegado a resultados tan absurdos como descomponer la luz en los colores del espectro solar. Había colores más claros y colores más oscuros: el celeste más claro que el azul; el rosado, que el rojo. La luz es más clara que todos los colores y sería absurdo encontrarlos en ella; equivaldría a encontrar oscuridad en la luz. Llevó a las letras la idea de que bastaba imaginar algo perfectamente para conocerlo. Muy joven, escribió Shakespeare und kein Ende, Shakespeare infinitamente, un vehemente elogio, aunque sólo conocía unas pocas piezas del autor. Cuando hizo representar, años después, Hamlet o Macbeth introdujo cambios en los textos. Creía que, en el arte, la imitación de la Naturaleza era errónea: siempre se descubrían deficiencias. No hizo literatura realista o naturalista; no examinó censos sobre lo que hacía, por ejemplo, un criminal en la noche del asesinato; trataba de imaginarse en las situaciones.»”

Borges (2006), págs. 42 a 45.
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Sorprende encontrar, al principio, equiparados a Schopenhauer, a Nietzsche y a Heine. Nietzsche no maravillaba a Borges, o al menos no tanto como los otros. En su “Otro poema de los dones” dice: «Gracias quiero dar al divino / laberinto de los efectos y las causas / […] / por Schopenhauer, / que acaso descifró el universo.» Dice Cesar Caeiro: «Ha manifestado Borges en varias ocasiones su admiración por Heine. El recuerdo de que en la adolescencia aprendió el alemán leyendo el Libro de canciones, se completa en sus comentarios afirmando la excepcional condición de poeta que reconoció en ese hombre, desgarrado por la doble nostalgia de lo alemán y lo judío. No es improbable entonces que ecos de Heine resuenen en el "Poema de los dones".» (Nota de NR)

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